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Mostrando las entradas etiquetadas como Henri Cartier-Bresson

La cuadrícula

Cada uno de los rincones de su vida estaba blindado. La había dividido en parcelas y, en una de esas parcelas, estaba yo. Era una parcela pequeñita, virtual y sonora. En ella cabía el agua de lluvia, aunque solo una vez. También las nubes, los puentes y el vacío. En la parcela que me correspondía rara vez amanecía, solo en una ocasión pude ver cómo el café se enfriaba. Tampoco había madrugadas, las madrugadas estaban reservadas a plantas más esplendorosas. En realidad, ni yo misma sabía qué papel jugaba en todo eso, ni siquiera si jugaba a algo o si existía. Solamente de vez en cuando las gotas de agua cálida o el frío hielo, eran el indicio de que algo pasaba. Sin embargo, yo no podía controlar lo que era. No lo sabía. Ni tenía ninguna posibilidad de adivinarlo. Solo un terreno baldío, una parcela sin recalificar, sin uso, ni conciencia, ni apenas vida.  Era un hombre de éxito pero estaba asustado. El miedo se traslucía en sus ojos. Tenía las manos muy suaves, blandas, in

Qué silencio de luna presagiado...

(Fotografía: Henri Cartier-Bresson) Búsqueda inexistente, un presagio, la inocencia perdida, cuántas cosas te dije, te conté, describí ante tus ojos. Las anchas escaleras del pasado se convirtieron en pasaje secreto en el que escondes todo lo que daña, lo que no hace sonrisas, lo que destruye el tiempo. Así, contigo en esa abierta dicha, como si nada antes tuviera color, sabor o sueño, así de firme y clara me he mostrado ante ti.  Abrí de par en par mi vida y la puse delante de tus ojos. Todas las noches subía la enredadera de tu mirada única, de tu ardor diferente. Deseé que me besaras, pero no fue posible. No hubo nada, ni tan solo caricias. No hubo nada, ni tan solo silencio. Nada, ni ese momento en el aire suspendido en el que hallas al otro lado un fuego abrasador que te conmueve. Nada. Ese es tu nombre, nada. 

El aire se llevó tu nombre

(Henri Cartier-Bresson. Mercado do Bolhao. Portugal)  Tuve un sueño en el que tú no estabas. En lugar de apreciar tu huella efímera, tu rostro amado, estaba él, un muchacho al que apenas conozco, alguien que me ha mirado como tú nunca has hecho. En el sueño las cosas encajaban. Los vestidos, de telas transparentes; el color de la noche, tan opaco como suele ser el verano cuando el calor arrecia; la caída de la lluvia, en ese arco pálido de luz cuajado de brillantes arquetipos. Todo tenía sentido y él también. Tan solo tú, tan solo tu presencia jamás imaginada, el hueco presentido de tu aliento, tu olor que no conozco y nunca identifico, solo tú, ese especial latido que encuadra tu mejilla, solo eso se ocultaba, como las viejas sombras de Manderley al lado del fuego que lo arrasa, entretanto te miro y no te hallo.  Debe de ser amor esta nostalgia de no haberte tenido y no escucharte.