(Lauren Bacall fotografiada por Nina Leen en 1945) Algunos de aquellos hombres eran oficinistas y otros militares. Los había que trabajaban en astilleros, gente de la hostelería, peritos mercantiles, fotógrafos. También pequeños empresarios y comerciantes. Lo que no se encontraba era gente en paro. El paro no era una preocupación para aquellas personas que habitaban la calle, un mismo espacio geográfico en el que todos, o casi todos, se conocían desde siempre. En las familias se producía una curiosa situación. Las mujeres intimaban entre sí, formaban un frente común ante los problemas, hablaban de casi todo y compartían dudas, café y risas. Los niños iban juntos al colegio, jugaban en la calle o en las huertas y celebraban los cumpleaños con piñatas y tartas. En el verano, volaban las cometas, que ellos llamaban barriletes, y cuando alguien de otra calle le pegaba a algún pequeño, a modo de legión romana todos se atribuían el derecho a la venganza. Por su
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