Oh libertad errante, soñadora, desnuda de verdor, libre de venas, arboleda del mar, errante nube; si en lluvia el desengaño te convierte, la forma de mi copa podrá darte una pequeña sensación de cielo. Vuelve a la tierra, oh mar, vuelve a la vida, a las cadenas de los largos ríos, a las prisiones de los hondos lagos; vuelve afilada a penetrar mil veces angostos laberintos vegetales. ¡Oh libertad, tus puertas son heridas! No las quieras abrir, sigue encerrada en la sedienta piel o te sostenga el inclinado cauce del torrente. Todo sueño que es nube se deshace. Vuelva a brillar el sol, pues la blancura de esa ilusión de libertad celeste es tan sólo una sombra hecha jirones. No sueñe más el agua, y tenga vida en la savia o la sangre, tenga sólo en mí su libertad, libre en mis lágrimas. (Poema de Manuel Altolaguirre, fotografía de Vivian Maier)
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