Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Marilyn Monroe

E de Elvira

/Sophia Loren/ Elvira era una artista de cine. Tenía la figura, el rostro y el gesto adecuados. Tenía, sobre todo, el aire desvalido, la soledad y la ausencia precisas. Un pasado triste, una orfandad inexplicable y una familia extraña. Era una de esas niñas intermedias que no interesan a nadie y una joven con la mirada puesta en otras cosas, más allá del colegio y de los chicos. Por eso quizá pasó tantas horas en la sala de cine que tenía junto a la casa, esa casa familiar, blanca, casi georgiana, que se volcaba al Atlántico y que recibía el viento del sur con una elegancia única. El cine era su mayor bien y su mayor medicina. Las tristezas se volvían transparentes y las horas pasaban con una calculada rapidez. El desenlace de la película de espías o de miedo, el muchacho que cabalgaba con ese aire cansado que a ella le recordaba a alguien o el The End sobrevenido en el mejor momento, todo eso era parte de su biografía y así la transmitió a sus hijas con tanto lujo de detalles que toda

Inocencia trágica

Tomo prestado este título que Ágatha Christie usó en una de sus mejores novelas para encabezar esta reseña personal sobre “Niágara” , una película extraña, extrema, exageradamente llena de emociones. Y, aunque la chica es alguien que te abruma, quiero comenzar deteniéndome en él.  Pocos actores tan versátiles como Joseph Cotten . Elegante, educado, con clase y con la extraña facultad de cambiar de registro usando, solamente, dos recursos. Su sonrisa y su mirada. La sonrisa de Cotten puede ser pérfida, desgraciada, ilusionante, confiada, amable, dispersa, paranoica, puede expresarlo casi todo. Las sonrisas son el signo distintivo de cada uno de nosotros. Podemos imitar una voz o un gesto, pero la risa, la sonrisa, son inimitables. Sabemos que, en ocasiones, una risa franca, abierta, encantadora, es un arma de seducción que no tiene apenas comparación con nada. En otras ocasiones el misterio se deshace al ver reír un rostro que, estático, puede significar algo, pero que no

La chica con el vestido blanco

Fotografía de Eve Arnold, 1951 Marilyn Monroe photographed by Alfred Eisenstaedt, 1953.  Fotografía de Inge Morath Hay algunas cosas en "El príncipe y la corista" que pueden resultar extrañas, incomprensibles, agua y aceite. Los dos no parecen tener nada en común y quizá no lo tengan. Pero, durante algunos instantes, algunos momentos incomprensibles, parece volar una esencia que comparten. Y entonces se produce el milagro de la ilusión. Pocas veces Marilyn Monroe ha destilado más sensualidad y más ingenio, ambos en estrecho lazo. Pocas veces se ha movido con más libertad y con menos vestuario. Un único vestido blanco que sirve para todo. Sobre el vestido blanco se superponen condecoraciones, broches, camafeos, collares, capas, estolas y gabardinas. Pero el fondo es solo eso, un vestido blanco. Esto indica muchas cosas, muchas más cosas de las que una puede imaginar.  Enfrente, el hombre, se cambia no sé cuántas veces de vestido, de uniforme,