Este es un libro que necesita su tiempo. No es de esos fulminantes que tienes que leerlos en una tarde y que te despiertan para acabar su lectura. Requiere madurar lo que se cuenta y darle un poco la vuelta, mirarte al espejo. Vas avanzando y observas que, aunque las circunstancias son distintas, tú también tuviste doce y trece años, y luego dieciséis, y te subiste al coche de aquellos dos amigos que te llevaban de paseo por la ciudad y una noche te escapaste en moto para ver a Serrat en una playa y te largaste de camping con otro muchacho que también iba en moto y así muchas otras cosas. Te das cuenta de que Mary Karr podría haber situado su historia en otro sur o en otro norte. Porque lo que importa es lo de dentro. Le quitas la cáscara y ahí está la mirada del padre preguntándose por qué te vas. Y ves a tu madre, agobiada sin duda por la carga de la familia, que te dice que hagas lo que quieras, que es tu vida y que debes vivirla. No como yo, añade. Las madres siempre tienen un di
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