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Mostrando las entradas etiquetadas como Nina Leen

Oh, esa chica

  /Chica americana en Italia. Ruth Orkin/ Una vez saqué un billete de tren de esos que van a todos los lugares y me subí en mi estación amiga, la de al lado de casa, aquella a la que solía ir cuando esperaba a alguien o cuando no esperaba, y me marché en busca de alguna aventura que levantara el tedio del verano, un verano muy metido en levante, un verano que obligó a que la Virgen del Carmen se quedara en el puerto y no pudiera cruzar los fiordos atlánticos de los azules esteros que rodeaban mi casa.  Saqué un billete de tren y era la primera vez que iba a viajar sola, sin primas, sin amigas, sin familiares y sin chico. Esperaba que todos me dejaran tranquila y que el chico, uno nuevo, apareciera en cualquier recodo, cafetería, autobús o parque. Entonces yo era muy de parques, muy de andar, muy de subir y bajar escaleras, muy de escalar el mundo en tren o en autobús. Y muy de iglesias. Entraba en las iglesias a descansar, a dejarme llevar por su silencio, por su especial atmósfera, y

Extranjera

  Nina Leen, Roof Sunlamps, Senator Hotel, Atlantic City, 1948. © Time Inc. Un día descubres que estás fuera de todo para siempre y que eso no es una circunstancia, sino una manera de estar, de ser, de vivir. No puedes evitarlo, no es mérito alguno, no depende siquiera de ti. Es, más bien, algo que va contigo, que no tienes intención de sacudirte porque sería inútil completamente. Y hay momentos en que pensaste que esa extranjería vital era cosa de la niñez, de la adolescencia, de la juventud. Que la madurez lograría situarte dentro de esa esfera que es la vida tal y como los demás la disfrutan, la conciben, la muestran. Pensaste en que la próxima vez las cosas irían mejor. Que en tu nuevo destino, en tu nueva situación, en ese nuevo lugar, todo sería distinto. Que algo sea distinto es un objetivo que no puedes dejar de lado. Pero recuerdas, una y otra vez, las frases del Buscón, y las tienes a mano para ilustrarte, para abrirte los ojos: "Y fuéme peor, porque no muda de condición

"Tormenta en Cape May" de Chip Cheek

Chip Cheek es un desconocido y esta es su primera novela. Los protagonistas son Henry y Effie, una pareja muy joven que acaba de casarse y que decide, en su viaje de novios, pasar unos días en la vieja casa familiar de la chica, allá por Cape May, junto al mar, un mar otoñal, de gaviotas varadas, de tormentas y de lugares vacíos.  Los sitios de veraneo son inhóspitos cuando acaba la temporada. Resultan tristes y patéticos. La humedad se cuela por las puertas sin que haya forma de luchar contra ella y el suelo está pegajoso, como si el sol hubiera decidido hacer huelga hasta la próxima temporada. Los sitios de veraneo de playa están hechos para una temperatura tórrida, para vestidos de tirantes, bañadores atrevidos y paseos descalzos. Pero la pareja llega cuando apenas queda nadie y tiene que construirse una luna de miel con lo que hay, algún colmado, algún bar, poca cosa.  Y Clara Strauss. En una de las casas de la calle de al lado, una casa grande, con piscina, jardín y a

D. H. Lawrence y Nina Leen: Lo efímero y lo perdurable.

Úrsula y Gudrun son hermanas e infelices. Ninguna de las dos ha alcanzado en la vida aquello que desea. Han nacido en una familia de mineros, pobre y sin cultura, pero eso es algo que a las dos las atormenta. Son diferentes en su interior, se sienten diferentes. Odian lo negro de las minas, el hedor de la tierra cuando cae la noche y los pozos se despueblan, el aire cansado de las mujeres de los mineros, la suciedad, el polvo. Observan con admiración a los otros, los ricos, los que lo poseen casi todo, los que se rodean de un ambiente de música, de luces, de belleza. Ellas son muchachas pobres en un universo que las atrapa. Hubieran querido ir a la universidad y moverse de un lado a otro con indiferencia, como si nada fuera necesario, amar sin compromiso y conocer a la gente que disfruta de todo lo que ellas no tienen. Pero nadie elige dónde nace y elige a sus padres o a su familia. Eso las llena de un sentimiento de injusticia que ocultan al exterior pero que existe.  Úrs

La señora Dalloway y yo misma

(Foto: Nina Leen) "La señora Dalloway decidió que ella misma compraría las flores. Sí, ya que Lucy tendría trabajo más que suficiente. Había que desmontar las puertas; acudirían los operarios de Rumpelmayer. Y luego !qué mañana! pensó Clarissa Dalloway: tan fresca como para regalarla a los niños en una playa. ¡Qué placer! ¡Qué zambullida! " El despertar de Clarissa Dalloway es una buena nueva. Antes de saltar de la cama ya tiene en la cabeza algunos encargos, algunos detalles, todos ellos para la fiesta que tiene previsto celebrar. Las reuniones son para Clarissa la columbra vertebral de su vida, aunque a veces nota cierto cansancio. Puede haber visitas inesperadas que sean complicadas de manejar y a ella le gusta tenerlo todo controlado. Incluso lo que otros puedan pensar o decir. Incluso lo que otros puedan sentir. Pero, antes de eso, puede echar un vistazo al día, a su horizonte, y sentirse satisfecha. Salir a la calle en busca de los adornos que van a compleme

Hermosa peluquería

  (Nina Leen. 1952. Rockefeller Center Nueva York) Las chicas de la peluquería de Nina Leen permanecen educadamente sentadas mientras el secador hace su efecto sobre la permanente o los rulos. Todas, excepto una, están leyendo un libro o una revista. Y esa una parece aprovechar el tiempo para pensar. Cruza los brazos y espera con una tranquilidad única que el tiempo pase y se haga el milagro del pelo arreglado. Eso es ir a la peluquería. Una especie de milagro.  En Triana hay una peluquería cuyas chicas tienen el don de convertir el tedio en risas y el mal día en un deslumbrante sol. Son María José, Mary, Ana y Anabel. Si no las conocéis merecerá la pena. Son distintas entre sí, incluso opuestas, pero manifiestan toda una suave elegancia a la hora de atenderte, una entrega fuera de lo común, una inteligencia emocional más allá del trabajo con el peine, la tijera, el champú o la laca de uñas. María José es divertida, extravagante, estrafalaria e independiente. Mary es catastrófica, inve

Sonido de hojas secas

  Eso tan sencillo de reunirse, acercarse, tomarse las manos a modo de saludo, besarse en la calle y tomar el sol que avanza sin prisa en las mañanas de otoño, es ahora mismo un lujo, una entelequia, una difícil empresa que nos maravilla si somos capaces de llevarla a cabo. No sé cuánta gente se piensa muy bien poner un pie delante de otro, descolgar el teléfono, pedir la cita en la peluquería y quedar con alguna de esas amigas cuya voz al teléfono nos alegra pero cuya visión cercana necesitamos. De modo que esta nueva epopeya de sobrevivir y de vivir al mismo tiempo, es nuestro principal objetivo. No nos damos cuenta, o sí, pero si somos capaces de conjugar la precaución con la cotidianeidad, aunque con condiciones, estaremos dando un paso de gigante. Y no es baladí, ni es poca cosa, sino muchísimo y flagrantemente necesario. Porque ya no tenemos más reservas interiores que lanzar al aire. Porque hemos leído muchísimos libros, oído muchísimas canciones, visto muchos vídeos, películas

La íntima elegancia de Nina Leen

   El 26 de marzo de 2015 se inauguró en la galería Daniel Cooney de Nueva York la exposición "Lendslady", dedicada a la obra fotográfica de Nina Leen . El 15 de enero de 1951 la revista Life publicó una foto de Los Irascibles. Quince de ellos, todos artistas dedicados, en su mayoría, al expresionismo abstracto, habían posado para Nina Leen en lo que significó una postura colectiva contra la política expositiva del Metropolitan Museum de Nueva York, porque consideraban que no se exponía de forma suficiente obra de arte americano. En la foto aparecen, entre otros, De Kooning, Pollock, Rothko, Still, Newman y la única mujer, Edda Sterne.     No fue esta la única ocasión en que las fotos de Nina Leen reclamaron una enorme atención del público y de los medios especializados. Antes de eso, en 1940, había comenzado a colaborar con la revista Life con imágenes de animales. Los animales eran para ella más fiables que las personas y las peripecias del perrito Lucky , a

Los irascibles

En noviembre de 1950 Nina Leen hizo esta fotografía del grupo de pintores expresionistas abstractos que estaban en desacuerdo con la política de exposiciones del MOMA y, por ello, habían enviado una carta al respecto. Eran "Los irascibles". La revista LIFE se hizo eco de la protesta y publicó la foto en enero de 1951. Pocas veces un testimonio gráfico es capaz de recoger a la élite del arte moderno en un determinado momento de la historia. Catorce hombres y una mujer posaron para Nina Leen arracimados estratégicamente, de forma que se pueda captar a todos ellos con el mayor detalle y amplitud. Todos los fotografiados tienen el semblante serio y miran a la cámara de forma muy clara. Excepto uno. Ese "uno" con gafas y que mira de través es, precisamente, Mark Rothko .  En la primera fila, además de Rothko , están Theodoros Stamos, Jimmy Ersnst, Barnet Newman y James Brooks , si contamos de izquierda a derecha. En la segunda fila, y en la misma dirección,

De repente, todos los veranos

  Llega un momento en que el verano se convierte en nostalgia. Una suma de ausencias y un enorme revoltijo de recuerdos. La vida se escribe de verano a verano y, en ciertos momentos, el verano es el gran invento de la memoria. Así lo viste cuando las azoteas ocupaban todo tu tiempo, mensajes indescifrables a pie de agua, a pie de viento, aires que llevaban ecos de gente a la que amabas, futuro, posibilidades, quejas, sueños. Las mañanas de playa tienen ese inenarrable sabor atlántico de la baja y la alta marea, nimbada de canciones de moda, de chicos a los que amas y que suelen tener los ojos verdes. En la caseta de rayas blancas y azules hay tiempo para buscar en un rincón la botella de cerveza para lavarse el pelo entre las olas. El agua del mar lanza un sortilegio de esperanza siempre. Es la bonanza del pensamiento y de la vida, tiene sentido simplemente porque soltamos nuestras risas imparables. La risa es el alimento que todos queremos conservar siempre. Hay noches de discoteca y

El amor es un rito de belleza

Hubo un tiempo que ahora parece lejano e imposible en que, a la salida del trabajo, nos íbamos a tomar una copa de mediodía a uno de esos sitios que te hacen sentirse como en casa. Llegábamos las tres, Ángela, Aurora y yo, invariablemente bien vestidas y peinadas, cada una en su estilo pero todas con estilo, y nos acompañaba, como si fuera un caballero andante que no se cansa nunca de ayudar en las compras, nuestro amigo Leo, infatigable, inteligente, guapo y casado.  De modo que esas sobremesas se extendían porque ninguno teníamos la prisa suficiente como para cortar la conversación que seguía al aperitivo. Siempre acabábamos hablando del amor, de los amores en general, de los hombres y las mujeres, sin viceversa alguna. Ángela no se había casado nunca y parecía que esas cosas le eran muy ajenas. Su falta de coquetería, a pesar de cierta distinción de familia, siempre nos llamaba la atención. No se detenía demasiado tiempo ante el espejo, siempre vestía de azul oscuro, casi negro, y l

Hay historias que no interesan a nadie

  La fotógrafa de Life Nina Leen posa con su cámara Rolleiflex en 1949  Los llamo escritos y también historias. Las vengo escribiendo desde muy pequeña. Están en hojas sueltas que se guardan en carpetas, en libretas y cuadernos, en el ordenador, en mi blog. Una especie de prosa poética, cosas imaginadas que se mezclan con cosas vividas o que debieron vivirse, anécdotas, pensamientos, acontecimientos que fueron y vinieron, un poco de todo. En muchos de ellos está la familia, están amigos y amores, en otros gente anónima, en otros gente desconocida. Las ordené por temática y por época y están organizadas, tituladas, solo a la espera de que se publiquen. Tienen títulos atrayentes y son emocionantes, tienen calidez y cuentan cosas que pudieron suceder e, incluso, sucedieron. Historias. Memorialistas y poéticas. Diaristas y llenas de sal y con agua fría en ocasiones y en otras un chorro de sol para compensar. Amor, desamor, engaño, espera, duelo, amistad, tiempo, pasado, esperanzas, vida...

Oh, las amigas

  Iba a escribir de libros pero voy a escribir de amigas. La tarde se ha oscurecido con previo aviso y la tormenta está por llegar. El suelo terrizo parece que tiene polvo y la plaza se ha quedado desierta. Se han ido las familias, los niños y los jóvenes. Se han callado los árboles. Y el silencio parece anteceder el trueno y el relámpago. Quizá llueva o quizá sea una de las tormentas secas que la primavera trae y que no me gustan. Nada de agua, solo dolor de cabeza.  Las amigas! Pocos placeres igualan al charloteo entre amigas, a la confidencia, a la historia que cuentas con detalles, que escuchas con atención. Las penas del amor son menos si la amiga te está comprendiendo y si te dice que no merece la pena, que ya llegará otro o que es mejor estar sola que mal acompañada. Las amigas! Distintas y a veces separadas, a veces lejanas y también a veces engañosas. Algunas amigas te traicionarán siempre, es una sentencia que se cumple aunque quieras evitarlo. Bruto mató a César. Algunas ami

La otra Rebeca

Ella era una cinéfila militante. Había nacido en el año cuarenta y eso debió imprimirle carácter. Era la época de las grandes divas y este tema no podía pasar desapercibido para una muchacha que vivía pared con pared con un cine-teatro que ofrecía sueños por poco dinero. Tenía una imaginación a prueba de post-guerra y soñaba con el último actor al que veía en la pantalla grande. Más que soñar, se inventaba una historia completa, al modo clásico, con planteamiento, nudo y desenlace. El desenlace era feliz, salvo en algunos casos en los que se imponía la nostalgia del alejamiento. Concesiones al neorrealismo. Los héroes del cine eran hombres de verdad y no como los que se encontraba en el paseo, por la Alameda, o en las orillas del río. Por cierto, que el río le dio disgustos a menudo, hasta que lo canalizaron y lo convirtieron en un río de mentira, un río sin corriente de agua, una especie de bañera flotante. Un asco.  Las salas de cine tenían un misterio especial pero tambié

Maestras

  En el Día de la Mujer yo voy a ser agradecida y voy a recordar a mi maestra de primaria, la que me enseñó a leer, escribir, calcular y muchas otras cosas felices. La señorita Mari Ángeles tenía una voz potente y cuidada; unas uñas rojas que a mí me llamaban la atención y una forma única de enseñar. Ir al colegio todos los días era una vocación y disfrutar de sus clases, su pizarra, su letra perfecta y los ensayos de teatro, una maravilla. La escuela ha sido siempre un paraíso. Ya sé que ella no es ninguna de esas personas importantes a las que les ponen calles y les dedican placas, pero para mí es una persona fundamental en mi vida. Mi seño. (Foto: Nina Leen) 

Profes, Hitchcock y los gurús de hoy

  (Nina Leen) Para un ama de casa (todas somos amas de casa en algún momento del día) trajinar es ir de un lado a otro haciendo las faenas de la casa pero non troppo. Mientras trajinas tienes la oportunidad de hacer varias cosas a la vez. Puedes seguir un podcast, por ejemplo; ver una película en Filmin; ver una serie en Netflix; pensar y escribir con la cabeza. En el iPad estaban esta mañana los de Todopoderosos (Rodrigo Cortés está muy bueno) hablando de Hitchcock, en concreto de "El proceso Paradine" que es una de mis películas favoritas, en la que sale Louis Jourdan, que es un tipo demasiado guapo y demasiado trágico. Antes de eso en Netflix hay una serie "La directora" que trata de profesores en una universidad, con un departamento de literatura que languidece. Los americanos son muy dados a filmar la primera vez de casi todo y en este caso es la primera profesora asiática que asciende a directora del departamento. Como conocedora de los departamentos de profes

Mujeres en blanco y negro

  Dentro de la nómina de espléndidas fotógrafas que empezaron a desarrollar su obra en los años iniciales y mediados del siglo XX, la figura de Nina Leen se antoja superdotada. Dueña de una sensibilidad especial, de una visión propia, la poesía que destila su obra está llena de paradojas, llena de contradicciones y de efectos tangibles. No es posible mirar sus fotos sin que una historia surja de ellas, sin que se cubran de palabras que se conviertan en la segunda piel de la imagen. Las luces y las sombras escriben aquí una historia imparable, del modo en que ella misma lo había concebido. Historias de triunfo o fracaso, dentro de un mundo que emergía lleno de novedades y que Leen presenció como una privilegiada espectadora.  Su propia biografía es diferente y sugerente. No se sabe a ciencia cierta dónde aprendió a fotografiar pero su cámara Rolleiflex la acompañaba desde siempre. Había nacido en Rusia, en una fecha imprecisa pues siempre se negó a revelar su edad, aproximadamente entre

Él y ella

(Fotografía de Nina Leen, 1940)  Él era un hombre de mundo y ella de interior. A él le gustaba el brillo y a ella el matiz cansado de la oscuridad. Él tenía corbatas caras y un traje de Armani a rayas grises. Ella soñaba con verlo a la luz del día sin maquillaje. Él poseía muchas cosas y a mucha gente, pero nunca se consideró dueño de nada ni de nadie. Ella soñaba con él y con su aire de abandono cierto. Él tenía miedo a ser amado y ella a dejar de amarlo sin darse cuenta. Él era un vividor de buen corazón y ella una mujer que ocultaba un secreto. Él había subido muchos escalones y ella había tenido que bajar a los sótanos. Él disfrutaba la vida a ras de soledades y ella ansiaba conjurar el dolor a su lado. Él se sentía ajeno y ella no podía dejar de llevarlo dentro. 

El sol se asoma por cualquier rendija

  (Fotografía de Nina Leen, 1957) Siempre es una sorpresa que el sol se asome. Sobre todo en los días de intenso frío, en las postrimerías de la lluvia o cuando el invierno avisa de su llegada, solemne, terso y disputándose el honor de hacerte la vida imposible. Entonces el sol sorprende más, porque sus rayos, su luz, siempre parecen estar en disputa con la oscuridad y el desasosiego. Dicen que el sol es un alimento que el cuerpo no puede rechazar y la mente lo ansía en todas las latitudes, incluidas aquellas en las que es una rara avis , una manera extraña de aparecerse tras las montañas o las nubes. El sol se parece a una conversación en la que todo está transcurriendo de una forma plana, sin nada que la anime, sin que existan divergencias o disputas, ni tampoco esas exclamaciones que organizan el júbilo cuando surge. El sol se parece a esas palabras dichas con un enorme atrevimiento que rompen el hilo de lo hablado y que necesitan esculpirse en alguna clase de soporte, para que los