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Mostrando las entradas etiquetadas como Richard Hull

"Mi propio asesino" de Richard Hull

  En 2018 leí "El asesinato de mi tía", novela del mismo autor y que publicó también la editorial Alba en la colección rara avis. Ahí conocí las aventuras de la tía Mildred y de Edward Powell, ambos tan extraños como entrañables. Puedes leer aquí la reseña del libro.  Este es, por lo tanto, el segundo libro que leo de Richard Hull y, mira por dónde, la palabra asesino, en la anterior era asesinato, se cuela en el título. Se ve que le va la marcha. Como el libro anterior, está escrito en primera persona y desde el principio ya el narrador va poniendo las cosas en su sitio con bastante mala uva. Para entenderlo un poco basta ver su biografía y entonces podemos apreciar que el mundo del crimen y de la novela policíaca era su elemento. Aunque tenía una socarronería muy especial, bastante cínica, mucho más que la que se puede observar en las damas del crimen sobre todo.  El protagonista del libro, que es también un narrador, es un abogado londinense, joven y tranquilo. Cuando lo v

Seis libros para leer junto a las buganvillas

(Fotografía de Nina Leen) Quizá tu verano esté poblado del tacto áspero de la buganvilla, de ese polvillo abrasador que sueltan sus hojas y del aire dorado que resulta, sin embargo, del violeta, del fucsia de su aspecto. Si es así, habrás probado la sensación única de sentarte en cualquier sitio incómodo, el suelo, una escalera, una butaca de pequeño tamaño, el alféizar de una ventana, un rincón de tu cuarto, y abrir un libro cuajado de esperanza.  La lectura es un acto tranquilo y tiene el aire sosegado de un romance que un trovador cantara y lanzara hasta el aire esperando que su eco resuene más allá del silencio. Las páginas se posan y las manos discurren para encontrar la huella exacta que en ti quedará después de haberlo leído. En las noches, cuando el calor comience a disparar su flecha y no se apague. En los amaneceres. Junto al mar. En el sordo paraíso febril de la ciudad. En cualquier parte.  Aquí tienes seis libros para leer este verano que, ahora sí, avanza si

"El asesinato de mi tía" de Richard Hull

Nada es lo que parece. Si eres uno de esos lectores curiosos que sucumben a la tentación de darse una vueltecita por las últimas páginas antes de terminar...no lo hagas. Te perderías lo mejor. Las vueltas de tuerca de Henry James son pecata minuta comparada con estas.  Y, además, intenta leer este libro en un mal momento. Un día terrible en el trabajo, o un día terrible porque no tienes trabajo. O cuando tu pareja te ignore. Incluso en las crisis existenciales de esas que vienen con la primavera. Cuando te duela la espalda. Un día de furia. Justo antes de hacer la declaración de la renta. Un día en el que necesites una ducha de risas, nada de sonrisas insinuantes, sino risas en toda su plenitud, carcajadas, risotadas, dolor de estómago de reírte.  Este libro es un antídoto contra el mal rollo y precisa, por ello, leerlo en su orden, sin saltarse páginas y sin avanzar resultados. Porque nada es lo que parece, ya lo he dicho. Y porque todas y cada una de sus palabras han de

Risas para adornar la vida

(Foto: C.L.B.) He aquí dos libros muy diferentes pero con un denominador común: te hacen reír. "El asesinato de mi tía" y "Flores para la señora Harris".   La risa está infravalorada. Creemos que son mejores o más importantes los dramas, los libros sesudos, las reflexiones intrínsecas y pseudosúpercientíficas. Pero la risa es un bálsamo y, además, muy caro de conseguir. No es nada fácil hacer reír y, sin embargo, es facilísimo hacer llorar. Cualquier argumento edulcorado, con amantes perseguidos, damas en apuros, niños abandonados o viejecitos en trance de ser atacados por un robapensiones, nos puede hacer llorar. Una puesta de sol, una canción de fondo, un paisaje nevado, hasta un árbol de navidad, nos arranca las lágrimas, porque las lágrimas viajan siempre con nosotros y solo hay que accionar, click, una pequeña tecla.  Pero la risa es otra cosa. Y reírse es un acto del ser humano que requiere bastante más que la aflicción. Requiere la puesta en escena de nosotro