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Mostrando las entradas etiquetadas como Virginia Woolf

Siete mujeres y una cámara

  La maestra de todas ellas y la que trajo la modernidad a la escritura fue Jane Austen. La frescura de sus personajes puede trasladarse a cualquier época, de modo que no se puede considerar antigua ni pasada de moda, todo lo contrario. Cronológicamente le sigue Edith Wharton pero entre las dos hay casi un siglo de diferencia y en un siglo puede pasar de todo. Austen fue una maestra con una obra escasa y Wharton cogió el bastón de la maestra y llevó a cabo una obra densa, larga y variada. Veinte años después nació Virginia Woolf y aquí no solo se reverdece la maestría sino que, en cierto modo, hay una vuelta de tuerca porque reflexionó sobre la escritura, sobre las mujeres que escriben y lo dejó por escrito, lo que no quiere decir que Edith y Jane no tuvieran ya claros algunos de esos postulados que Virginia convierte en casi leyes. Ocho años más tarde que Virginia nació Agatha Christie y aunque su obra no tiene nada que ver con las anteriores dio un salto enorme en lo que a considerac

"Noche y día" de Virginia Woolf

Una pena impertinente Reina en mí de noche y día  Porque a mí ná me divierte  No encuentro más alegría  Que el rato que vengo a verte (Enrique  Morente) En la contraportada de este libro se desliza una frase referida a la protagonista que bien podía aplicarse a la autora: "no sabe qué esperar de su vida". Más allá de ser la reina de un grupo de intelectuales y artistas; más allá de una privilegiada situación social y una desgraciada vida familiar; más allá de un talento reconocido para la observación; más allá de la creación de un lenguaje propio, escrito en una habitación propia y en un jardín bajo el sol poniente...más allá de todo, Virginia Woolf fue una mujer que no sabía qué esperar de su vida. Esta característica, común a otras personas pero mucho más acusada en la gente de temperamento artístico que no tiene la obligación de fregar el suelo y tender la colada, hace evidente que la esperanza está casi ausente de tu visión. Para mantener una actitud esperanzada hay que c

Mi propia habitación

(Virginia Stewart fotografiada por Louise Dahl-Wolfe en 1948) Fue leyendo "Una habitación propia" cuando lo pensé. No sentada a la orilla de un río, aunque ella sí lo estaba. Virginia estaba sentada a la orilla de un río y hablaba de peces y de pesca, no sé ahora mismo por qué. Quizá tenía mucho que ver con su disertación o su mente vagaba por esa imagen que había retenido en la cabeza de la última vez que se sentó junto a un río. Intuí entonces que esa visión podía ser inexistente, y que yo, en realidad, jamás había estado sentada a la orilla de un río. Quiero decir, realmente en la orilla, en el suelo, en una especie de arena o de tierra o de margen cubierto de hojas, qué sé yo. El río de la ciudad que conozco no tiene nada que ver con un verdadero río cuando discurre por el campo, por su curso, esos conceptos geográficos que aprendí y que, tengo que reconocer, me gustaban mucho. Caudal, curso, cauce, márgenes, desembocadura, estuarios...Estas son las palabras que

"A Virginia le gustaba Vita" de Pilar Bellver

Vita Sackville-West y Virginia Woolf son dos mujeres interesantes e influyentes que aquí se encuentran porque la autora del libro recrea a su modo y con su estilo una historia de amor que fue real. Lo que comenzó siendo un relato con el mismo título, incluido en la antología Ábreme con cuidado (Dos Bigotes, 2015), se ha convertido en esta novela, publicada por la misma editorial y cuya cuarta edición vio la luz en junio de 2017. El trasfondo de la acción ya lo conocemos. El apasionante periodo de entreguerras, la novedad que supuso para la adormecida élite cultural inglesa la aparición del grupo de Bloomsbury y ese ir y venir de personajes que se escribían cartas, se enamoraban, se odiaban y vivían.  El libro tiene una curiosa estructura. Cuatro cartas de desigual longitud cada una de las cuales forma un capítulo: La tela azul, El cuadro, La virgen, La anunciación. Después, un apéndice titulado La tela azul del cuadro de la Virgen de la Anunciación, que no forma parte de la no

"Kew Gardens y otros cuentos" de Virginia Woolf

Qué libro tan bonito...Tres cuentos de Virginia Woolf, bien traducidos por Magdalena Palmer y delicadamente ilustrados por Elena Ferrándiz. Sólo hay que ver la portada para darse cuenta de que Nórdica Libros ha hecho una edición cuidadosa de estos tres relatos que tienen el aire inconfundible de su autora: esa mezcla de misterio, fantasmagoría, sueño, imaginación y detallismo cotidiano.  El primer cuento es "Kew Gardens", una historia de sensaciones, imágenes y observaciones sensibles tomadas del Jardín Botánico de Londres. El segundo es "Una casa encantada", lleno de fantasmas. El último "La marca en la pared", que le sirve para volver a sus recuerdos personales.  Virginia Woolf (Londres, 1882- Lewes, Sussex, 1941), es una escritora especial, atrayente, singular. Su pertenencia al Grupo de Bloomsbury le ha dado un perfil de diletancia que quizá haya excedido lo que, en realidad, era. Una persona atormentada por dudas y por situaciones que que

"La señora Dalloway" de Virginia Woolf

Clarissa Dalloway ofrece esta noche del mes de junio una fiesta. Por eso, su primera decisión, tiene que ver con el exorno del salón. "La señora Dalloway dijo que ella misma compraría las flores" . "Era mediados de junio...la guerra había acabado". Se refiere a la primera guerra mundial.  Desde que comienza el día hasta la noche, Clarissa Dalloway , hará algunas cosas que le permitirán, mientras tanto, pensar y utilizar lo que ella posee en mayor medida, la intuición. Desengañada de Richard , su marido, con el que se unió precisamente porque no lo quería demasiado. Decepcionada de Peter Walsh, su gran amor, que se está con otra mujer, mucho más fría, indiferente y extraña que ella. Cansada de ser "invisible". Así camina por el parque de St. James. "Porque aunque ella y Peter pudieran pasar separados cientos de años y ella nunca le hubiera escrito una carta  las suyas fueran tan secas, de pronto, en cualquier momento, se le ocurría pensar

La señora Dalloway y yo misma

(Foto: Nina Leen) "La señora Dalloway decidió que ella misma compraría las flores. Sí, ya que Lucy tendría trabajo más que suficiente. Había que desmontar las puertas; acudirían los operarios de Rumpelmayer. Y luego !qué mañana! pensó Clarissa Dalloway: tan fresca como para regalarla a los niños en una playa. ¡Qué placer! ¡Qué zambullida! " El despertar de Clarissa Dalloway es una buena nueva. Antes de saltar de la cama ya tiene en la cabeza algunos encargos, algunos detalles, todos ellos para la fiesta que tiene previsto celebrar. Las reuniones son para Clarissa la columbra vertebral de su vida, aunque a veces nota cierto cansancio. Puede haber visitas inesperadas que sean complicadas de manejar y a ella le gusta tenerlo todo controlado. Incluso lo que otros puedan pensar o decir. Incluso lo que otros puedan sentir. Pero, antes de eso, puede echar un vistazo al día, a su horizonte, y sentirse satisfecha. Salir a la calle en busca de los adornos que van a compleme

De orgullo y de prejuicio

  "Jane Austen entraba y salía de la mente de toda su gente como hacía la sangre que corría por sus venas" (Virginia Woolf, ensayos literarios) Los diálogos de las novelas de Jane Austen son el impulso que los levanta, les da credibilidad y los pone a la altura de los lectores. Vamos a escuchar esas conversaciones como privilegiados que somos por asistir a una reunión cualquiera o a una charla entre amigos. Esas conversaciones tienen el don de la coherencia y no hay palabras vanas ni de relleno, todas ellas cumplen su función y tienen, por otro lado, la virtualidad de que son los personajes los que hablan, rara vez la escritora se entromete aunque en ocasiones su voz surge, incluso directamente. Los diálogos de "Orgullo y prejuicio" sirven para darnos a conocer cómo son esas personas a las que tratamos ya como si existieran y en verdad sí que existen. Le otorgamos más veracidad a Darcy que a cualquier otro hombre que conozcamos hasta en persona. Darcy mantiene s

Cuando la crítica hace el ganso

 /La campiña inglesa, ese paisaje tan austeniano e idílico/ "Jane Austen y los gansos" es uno de los ensayos que escribió Virginia Woolf y que forman parte del conjunto de sus ensayos literarios, de tanto interés para escritores y lectores en general. En ese texto arremete contra la insulsa crítica que ha puesto verde a Jane Austen aludiendo tonterías y absurdeces nunca probadas, como si todo lo importante fuera poner de manifiesto que para nada Austen debería estar en ninguna galería literaria. Una falta de respeto total preside esas críticas y Woolf lo pone de manifiesto. Los gansos de los que habla no son animales sino críticos mal intencionados, gente que habla con poco conocimiento y con muy mala intención. A todas las críticas que se le hacen a Austen en el tiempo de Virginia o anteriormente ella responde con atención pero, desde luego, ninguna crítica más acerada que la que dice que la pobre Jane, recluida según ellos en lo más recóndito de la campiña inglesa, no tenía

De hijos y de amantes

  "Hijos y amantes" es una de las obras más notables de D. H. Lawrence. Para mí, junto con "Mujeres enamoradas" y "El amante de lady Chatterley" forma su trilogía principal. Habría que añadir a este grupo "El arcoiris" que es la precuela de "Mujeres enamoradas" y la que presenta de inicio a la familia Brandgwen . Sagas aparte, "Hijos y amantes" es una novela muy especial, que te produce sentimientos complejos y pensamientos encontrados. No solo es una opinión mía como lectora precoz y luego contumaz de Lawrence sino de una mujer escritora cuyo criterio me merece todo el respeto: se trata de Virginia Woolf, uno de cuyos ensayos literarios, recogidos en el volumen de Páginas de Espuma que aparece en otra entrada de este blog, se titula precisamente "Anotaciones sobre D. H. Lawrence", habla ampliamente de esta novela en un ensayo de apenas cinco páginas. La glosa comienza dejando claro que hay una dicotomía en

Virginia Woolf: Por qué las mujeres no tienen tiempo de escribir

En esta edición de Páginas de Espuma de los ensayos literarios escritos por Virginia Woolf (1882-1941)  hay mucho de todo. Merece la pena una lectura atenta y reposada y una reflexión posterior. Cada uno de esos ensayos requiere darle unas cuántas vueltas después y requiere además del pensamiento propio. Lo bueno de estos ensayos es que algunos presentan problemas y situaciones que te han venido antes a la cabeza, que te han llevado a preguntarte sobre asuntos y cuestiones que tienen miga. La obra literaria de Virginia es una cumbre pero su aportación a la teoría de la literatura también lo es, a pesar de que sea menos conocida y hasta poco reconocida. Todavía falta mucho para que Virginia Woolf deje de ser solamente una activista de lo femenino que una y otra vez insiste en que la mujer tiene escasa voz pública por razones muy diversas.  Analizar este libro, pararse en él, da para muchas entradas y así se intentará hacer en este blog. De ella se aprende y con ella se comparte. Eso

Virginia se corta el pelo

  En enero de 1927 Virginia terminó "Al faro" y un mes después se cortó el pelo. Lo cuenta su sobrino Quentin Bell en la biografía que escribió de ella con el beneplácito de su viudo Leonard Woolf, veinte años después de que ella se deslizara en el río en 1941. Los bolsillos llenos de piedras, el caminar lento y el rostro cansado, así la imagino en ese corto itinerario de despedida íntima. Pero en 1927 todavía las cosas eran algo distintas, no demasiado, desde luego. Dos años después publicaría "Una habitación propia" recogiendo las conferencias que había ido dando durante el año anterior. Pienso en el efecto de esas charlas sobre las alumnas que la escuchaban en los colleges y universidades por las que ella pasaba dejando caer, como un puñado de pétalos sobre el asfalto, sus ideas acerca de la escritura y acerca de las mujeres. Leyéndola, parece que ambas son la misma cosa y que toda mujer está hecha para escribir en algún momento.  Le tengo mucho respeto a Virgini

"Proscritas. Cinco mujeres que cambiaron el mundo" de Lyndall Gordon

(Retrato de Olive Schreiner) Lo que hacen estas cinco mujeres es hablar cuando no debían o cuando se esperaba que estuviesen calladas. No debe parecernos nada raro. Las mujeres tomaron la palabra muy tarde, la palabra pública, me refiero. En la intimidad, en el interior de los hogares, las mujeres decidían y luchaban por la prole y la familia de una forma constante y decidida. Pero cuando se traspasaban los umbrales y se salía a la calle, a la vida política, al arte o a la simple expresión de la opinión, entonces los que tenían la palabra eran los hombres. La salida al exterior de las mujeres tuvo en la literatura una forma de colarse por la puerta de atrás. Las mujeres que escribían, aunque no firmaran con sus nombres y lo hicieran con iniciales, con los nombres de sus esposos o de otros hombres, tuvieron la capacidad de abanderar, sin quererlo o con intención, la salida al exterior de todas las voces femeninas. El silencio terminó para muchas de ellas, no solamente las que es

Bell y Virginia

  (Quentin Bell, a la izquierda, de niño junto a sus hermanos Angelica y Julian)    De igual modo que el sobrino de Jane Austen, James Edward Austen-Leigh (1798-1874) escribió Recuerdos de Jane Austen , la primera biografía de la escritora, así Quentin Bell (1910-1996), hijo de Vanessa Bell , la hermana mayor de Virginia Woolf, escribió su biografía. Sin embargo, ahí terminan todas las semejanzas. Si Austen-Leigh hubiera hecho lo mismo que Bell entonces nos cantaría otro gallo, conoceríamos mucho más a Jane Austen y estaría despojada de todo ese manto de disimulo que la familia tejió sobre ella, para esconder no se sabe qué.  Quentin Bell escribió su biografía por encargo del viudo , Leonard Woolf , ante la insistencia de este y porque ya se barruntaba que habría otros atrevidos biógrafos. Quiso preservar el conocimiento cabal sobre su tía pero también quiso decir la verdad, no edulcorarla ni hacerla pedir perdón por cómo fue y por lo que escribió. Esto ocurrió en 1972. Desde entonces

A veces vuelvo a la señora Dalloway

  En un rapto inexplicable, he vuelto a comprar "La señora Dalloway" en otra edición distinta. Ha sido como si nunca antes la hubiera conocido y mucho menos leído. En realidad, cada vez que la leo Clarissa es otra persona porque yo soy otra persona. Así funciona este juego libro-lectora. Clarissa es de la familia, puedo permitirme tenerla en distintas versiones. Hay una extraña emoción en esperar que llegue el libro, porque es como si viniera de visita. Y quizá lo hace. Además de comprar otra vez el libro, he buscado un ilustrador que le venga bien a esa idea de Clarissa que tengo en la cabeza. De ella y de otras mujeres más o menos del mismo estilo: fuertes, soñadoras, clarividentes, amantes de las flores, amantes en realidad. Pero no absurdas, ni dependientes ni exageradas. Libres. Un ilustrador que haya dibujado a mujeres jugando al rugby, bailando, escribiendo en su boudoir, cuidando a los niños, asistiendo a cenas, luciendo su palmito, paseando con amigas, disfrutando d