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Faros

( Un faro en la costa de Irlanda ) Confieso que me gustan los faros y que no viviría en uno de ellos. La absoluta soledad que los rodea, el mar océano a un lado, en otro ángulo la tierra firme anclada, todo eso me asustaría en las noches y me daría melancolía en los atardeceres. Ese momento indeciso del comienzo del día, cuando se apaga la luna siquiera por un tiempo, esas horas escasas, serían, seguramente, el tiempo en el que mi corazón no latiría desbocado aquí, en estos sitios que la leyenda agranda.  Esa luz circular que lanza inexorable cada vez que el reloj así lo exige tendría que ser también un aviso para aquellos que viven en las orillas tenues de los mares ansiados. Justo al lado del mundo en el que te hallaría, aunque no estoy segura de que tus ojos vieran ese andar despacioso que gasto cuando sueño. En ti, solo contigo, solo al lado del aire, allá contigo, solo en esa baranda de las camas desnudas, podría retroceder y cambiar lo que ha sido por una tenue brisa

Ella calla, él miente

(Richard S. Johnson. Hiperrealismo norteamericano) Hoy prefiere el silencio. Y eso en ella significa que una puerta está a punto de cerrarse. Que un árbol ha dejado caer todas sus hojas y soporta con pesadumbre el viento y la lluvia, sin apenas protegerse. Quiere decir que no cree en palabras vacías y en sonrisas cargadas de prevenciones. Que las mentiras piadosas no son santo de su devoción. Que no siente nada si una imagen, con champán incluido, se superpone en su cabeza. El silencio significa en ella tanto decepción como desencanto. Como desengaño. Como desafección. Como desaliento. Desarmada. Desilusionada. Desértica. Desapasionada. Desdoblada. Débilmente expuesta a los adioses que se acumulan cada día. Adiós, adiós, adiós. El silencio se escribe con eses. Todas las palabras terminan en ese. Días acaba en ese. Tardes acaba en ese. Noches, también. En el silencio suena, extrañamente, una canción de la que todos hablan. Pretende ser emblema pero para ella no es nad

Campo dei Fiori

(Marcello Mastroianni y Sophia Loren. Los Girasoles. Vittorio de Sica. 1970) A ella le asustan los aviones. Cuando se cierran herméticamente las puertas y la huida es imposible. Algunos pasajeros se asoman jubilosos a las ventanas, detrás de los cristales, para ver el despegue o la llegada. Para atisbar las tormentas en las pistas de abajo o para soñar con una puesta de sol única, que les convierta en espectadores privilegiados de la naturaleza incólume.  A ella, en cambio, lo único que la salvaguardaba del miedo era el amor. Sentir que allí, a su lado, con las piernas muy juntas y las manos cercanas, estaba él, que podía acunarla si notaba sueño y podía distraerla si los nervios hacían su presentación. Era el amor lo que movía sus pies a la hora de avanzar en un viaje que siempre quiso hacer con la persona adecuada, en el tiempo preciso, en el paisaje perfecto.  La ciudad es un torbellino de esperanzas. Las calles aparecen regadas de turistas, de nativos que ignoran c

"A mí no me engañas" de Kelly Link

Kelly Link (Miami, USA, 1969) es editora y escritora. Los cuentos y los relatos cortos son el territorio literario en el que mejor se mueve. En ellos hace una personal mezcla de asuntos fantásticos, ciencia ficción, adobados de elementos de carácter realista. Como editora es responsable junto a su marido de Small Beer Press y realiza una interesante labor como profesora de escritura creativa en talleres literarios muy conocidos y respetados en Estados Unidos, algunos de los cuales están vinculados a universidades. Ella misma asistió a estos talleres y es ahí donde ahormó su forma de escribir y de entender la literatura. En 2011 se publicó en castellano su libro "Magia para lectores" (Seix Barral) una antología de cuentos fantásticos que tuvo mucha aceptación entre el público. A pesar de ser una escritora muy premiada en su país todavía en España no goza de un reconocimiento más o menos general. En esta ocasión Seix Barral publica otra colección de cuentos, "A mí

"Basada en hechos reales" de Delphine De Vigan

Desconfío de los libros que se leen de un tirón. A veces eso significa que se despeñan por un precipicio del que no es responsable siquiera su autor. En este caso todo parece abocado a la tragedia. Las entradas de los capítulos llevan frases de Stephen King y el comienzo no puede ser más descorazonador: una escritora que ha perdido el don de la palabra.  ¿Estamos ante una historia real? ¿Ha tomado Delphine de Vigan un episodio de su propia vida para convertirlo en novela? Estas preguntas se formulan en el libro de otra manera. ¿Debe el escritor usar su material biográfico para escribir? ¿Es esa la única escritura posible? La escritura-verdad, la que emana de la realidad directamente, la que se ofrece en bruto, apenas sin limar. El oficio de escritor como demiurgo, como intermediario entre la vida y el lector.  La protagonista de este libro es una escritora que no encuentra argumento para escribir una novela, después de haber obtenido un importante éxito. La editora le d

"Triana. La otra orilla del flamenco. 1970-2015" Ángel Vela Nieto

El elemento predominante en este voluminoso libro es el trabajo de campo. El autor ha utilizado el método de ir directamente a las fuentes y ha privilegiado la oralidad frente a la bibliografía. Esto tiene su razón de ser en el propio contenido del libro: detalles biográficos de artistas de Triana y en Triana, más o menos conocidos y representando todos los ámbitos flamencos, desde su cultivo, hasta los investigadores y aficionados.  La tarea se ha completado con una selección de testimonios gráficos, algunos de ellos impagables. Las imágenes de niños jugando, de niñas en el colegio, las escenas familiares, los artistas en su salsa sin esa rigidez de los escenarios, pueblan sus páginas y contribuyen de una forma decisiva a que el libro sea entretenido y convincente. Es un libro de consulta que puede leerse desde cualquier dirección y al que se debe volver para saber cosas concretas del arrabal en este aspecto de su arte.  La página 7 del libro contempla un aviso: se dirige

"Hecatombe" de William Gerhardie

El buen tino de Impedimenta escogiendo autores se refrenda con las obras de William Gerhardie , de quien ya leí y reseñé en este blog su "Inutilidad", deliciosa comedia rusa, lo cual no deja de ser una incongruencia literaria.  Nacido en San Petersburgo en 1895, Gerhardie fue, por posición, un observador privilegiado de los acontecimientos históricos que tuvieron lugar en las primeras décadas del siglo XX en Rusia y que contemplaron tanto el zarismo, como la Revolución Rusa y las dos Guerras Mundiales. Formado en Oxford, perteneciente a una familia inglesa, su mirada está llena de la objetividad que esa condición le depara. Fue agregado militar y ello le añadió una visión complementaria de los conflictos de su tiempo.  Gerhardie es un escritor brillante. Su estilo tiene influencias de Chéjov pero el bordado literario es enteramente suyo. La forma de acercarse a los hechos y personajes lo definen como un narrador irónico, detallista sin resultar exagerado, re

"Fiebre al amanecer" de Péter Gárdos

Qué encantadora forma de narrar la de Péter Gárdos. ..Sencilla pero no simple. Cautivadora. Llena de detalles que van convirtiendo la historia en una dócil escalera que subes. Al final, se encuentra una ventana. La abres y allí está todo.  Lo que cuenta me conmueve. Su propia historia personal está llena de cosas que cualquiera arrumbaría para siempre en un armario. Eso mismo hizo su padre, superviviente del Holocausto que, sin embargo, jamás habló a su hijo de lo que allí ocurrió. Hay muchas formas de reconocerse uno mismo, de encontrar las raíces que nos atan a la tierra. Este escritor desempolvó las cartas que su madre le entregó en un momento dado y allí pudo ver cómo su familia adquiría un sentido diferente. Su padre y su madre, ambos judíos, ambos jóvenes enfermos víctimas de la barbarie nazi, fueron capaces de encontrarse con todos los elementos jugando una siniestra partida para devorarlos y fueron asimismo capaces de amarse hasta el final, desde el principio.  Las

Así que estés, no digo qué palabras

Tu palabra se oye cada vez más lejana. Es un susurro que dispersa el viento. Lo diría Ángel González. Yo también te lo digo. Aunque nunca me oigas, aunque nunca lo sepas, aunque nada me sientas, aunque no te imagines, aunque estés de vacío, aunque yo no sea fuego, aunque yo no sea aire, aunque yo no sea tuya.  Espero tu palabra como si fuera lluvia. Es el primer ardor que mi alma necesita. La espero como tierra, como abrazo de amante. La espero y nunca viene porque abandona el tiempo cada vez que te llamo.  Siempre suena la música si te vas alejando. Si en las horas precisas te escapas y me dejas. Siempre suena la música y me advierte en silencio. Es un silencio nuevo, que me atrapa sin verte.  Ahora que estás tan lejos, ahora que ya no existes, ahora que nunca tiemblo, ahora que no me abrazas, ahora puedo decirte que tu presencia azul es una llave. Cierro mi corazón ahora que te has marchado. Guardo mi corazón y me cubro de ausencia. No te tengo, no soy, no escucho ya

Edificios caídos

Ella daba la impresión de ser una mujer fuerte. En esto quizá nadie se equivocaba. Pero la fortaleza esconde fisuras, carencias, huecos. Un edificio puede tener amplios cimientos a prueba de seísmos, enormes ventanas acristaladas, paredes forradas de sistemas anti ruidos y toda suerte de adelantos añadidos pero también poseer, a la mitad de su estructura, una corriente de aire rumorosa que hace que de noche los habitantes de la casa oigan el ulular del viento en las colinas. Una falla, una debilidad, una entrada secreta por la que se cuelen los bandidos, los hostiles, los que buscan destruir más que crear.  Así ella tenía en su espíritu una delicada estructura que ocultaba la vieja sensación de vacío que, desde niña, la perseguía sin explicación alguna. Ya había llegado a conocerla íntimamente como si se tratara de una amiga que jugara con ella y que con ella pasara las horas interminables de los fines de semana y las tardes sin planes. Así ella convivía con una alegría nat

"Las chicas" Emma Cline

Esta es la primera novela de Emma Cline . Las primeras novelas que alcanzan un inusitado éxito son un problema más que un logro. A veces condicionan la vida de sus escritores para siempre. Todos esperan una segunda novela que sea mejor o, al menos, igual. No siempre ocurre. Por eso, hay escritores que solo tienen un libro. Una primera novela exitosa, un acierto, una diana. El resto es pasable tan solo. En España tenemos un caso muy claro, aunque su autora no tenía la exagerada juventud de Cline cuando se dio a conocer. Me refiero a María Dueñas, cuyo "El tiempo entre costuras" fue un hito literario en el país que dio lugar, incluso, a una excelente serie de televisión. Sin embargo, ni la publicación de una novela anterior remozada, ni una novela de nuevo cuño, pudieron colocar a Dueñas en el sitio anterior.  Una conjunción de elementos son los que hacen, por tanto, que un libro triunfe y el triunfo de un libro no garantiza una carrera literaria. Hay que ver, por lo tan

"A contraluz" Rachel Cusk

Nacida en Canadá en 1967, pasó gran parte de su vida en Los Ángeles y, desde 1974, vive en el Reino Unido y se considera una escritora de la órbita de la novela inglesa.  Ha escrito hasta la fecha ocho de ellas y tres libros de ensayo, además de estudios introductorios de diversas obras literarias (sobre "Bonjour tristesse", de François Sagan, "La edad de la inocencia" de Edith Wharton, "El arcoiris" de D. H. Lawrence y "Historias completas" de Kingsley Amis).  Merecen especial atención sus libros de no ficción, sobre todo, "La última cena: un verano en Italia", de 2009, publicada por Lumen en castellano. Y también, otro no publicado en el que traza sus ideas sobre el matrimonio y el divorcio, teniendo presente, en primer lugar, su propia experiencia: "Aftermath: On Marriage and Separation" de 2012. Antes de eso escribió sobre la forma de sentir su propia maternidad, haciendo hincapié en los aspectos menos favorable

"En manos de las furias" Lauren Groff

Lauren Groff, una joven escritora neoyorkina, dedica este libro a Clay (por supuesto). Es su tercera novela. Las dos anteriores fueron muy elogiadas y obtuvieron premios. También ha recopilado los cuentos que escribe en revistas diversas. En este libro, “En manos de las furias”, hay una pareja, Lotto y Mathilde, que son veinteañeros al principio de la novela y que van avanzando en edad y, diríamos, en experiencia. Nosotros los conocemos a ellos y ellos se conocen entre sí. Lotto es un niño especial y su madre daría fe de ello. Su pasión por Shakespeare parece dirigir su destino, es alguien tocado por la varita de los dioses.  De todas las chicas que ha conocido, y son muchas, será Mathilde la destinataria de un amor verdadero y así comenzará una vida de pareja que durará más de veinte años y que los hará transitar por el océano de silencio y de bullicio que es el matrimonio en ocasiones. Pero, incluso con las puertas cerradas de tu casa para impedir que la lluvia entre o que los

Naufragio

Cuando quieres a alguien unilateralmente se produce un desperdicio de energía que te cansa mucho más que subir al Everest. Te levantas agotada de apenas dormir. Asustada de pensar cómo de terrible será el día. Con los ojos arrugados y llenos de la huella húmeda de unas lágrimas pertinaces. Ansiosa, con el corazón temblando de rabia y desazón. Ridícula porque siempre harás algo que te ponga en evidencia. Incomprendida ya que no hay nadie que pueda ponerse en tu lugar y asimilar ese punto de vista que te impide dejar de querer. Básicamente sola teniendo en cuenta que él no te quiere y que la compañía de otros no te sirve.  Sabes que su recuerdo o su presencia o sus hechos y palabras te producen daño pero no puedes salir corriendo, hay un imán insano que lo impide. A veces esa impotencia se refleja en tus sueños. Eres una mariposa en un bote de cristal. Tus alas son esplendorosas y llenas de color pero el bote es detestable, sucio, lleno de mugre y, tarde o temprano, tus alas ac

¿Bailas?

(Dmitri Kasterine. Fotografía. The Twist. 1962) La casa aparecía detrás de una verja verde y de unos naranjos que ocultaban parcialmente la fachada. Tenías que asomarte a propósito para ver la esbelta línea de la azotea, rematada de amarillo, o los dos pequeños escudos que estaban esculpidos a ambos lados del balcón principal. Otras ventanas eran los ojos del edificio, todo él amable y risueño, como si la vida en su interior no pudiera ser sino placentera.  Estaba al final de la calle. Justo en una esquina que daba a la gran plaza abierta que llevaba el nombre del país. Era una calle larga, recta, en cuesta, y que se abría a ambos lados en multitud de calles más pequeñas. Su nombre tenía reminiscencias ultramarinas, como otras muchas del pueblo. Y sus habitantes se creían poseedores de un paraíso que nadie más tenía la oportunidad de disfrutar. Así, todas las tardes, los escalones de mármol de las casas se dejaban ver al tiempo que los vecinos sacaban a la calle sus sillas

Casi un despertar

(David Parrish. A mitad del camino. 2007. Hiperrealismo) Todos los días iniciaba una frase de la misma manera: De pronto descubría que.... La frase se interrumpía en este instante y quedaba inconclusa. La frase y la intención. La intención era que un haz de luz la iluminara para que ella fuera capaz de ver el punto de vista exacto, la forma exacta de calibrar qué era aquello, una actitud exactamente cierta. Quiero saber qué soy, repetía. Quiero saber qué siento, ansiaba.  Lo hacía todos los días sin darse cuenta. Iba por la calle en alguno de sus paseos cotidianos y la frase surgía: De pronto descubría que.... Cuando llegaba la interrupción no sabía qué decir. Y, luego, si quería recordarlo, todo se escapaba como aire entre los dedos. Una gota de sol en el agua fría habría bastado para convertir esa frase en un amuleto. Pero nada encajaba. Así que vez tras vez las palabras eran ineficaces. No servían.  No bastaba la brisa de la tarde, ni el resplandor del sol, ni el ol

"Me llamo Lucy Barton" de Elizabeth Strout

Lucy Barton está en la cama de un hospital. No se va a morir de esta dolencia pero durante meses tendrá que convivir con la enfermedad y el dolor.  Su marido no irá a visitarla (salvo un día excepcional) porque no soporta los hospitales. Sus hijas son demasiado pequeñas para eso.  Solamente su madre se sentará durante unos días al pie de la cama y será el momento entonces de revivir la infancia, la adolescencia y la suciedad que su vida de familia le sugiere a Lucy cuando la recuerda. Nada puede olvidarse, aunque lo intente.  Este libro es un ajuste de cuentas con el pasado tanto como una forma de explicarse a sí misma. Habla de cómo escribir lo que una es y de cómo reconstruirlo en la mente, de forma que se aplaquen las penas antiguas y se entiendan las dudas.  La gente que discurre por el libro no tiene apenas nada que contar salvo su propia historia: vida cotidiana que no reluce sino que atropella los sentidos. Oscuridad, miedo, pobreza, miseria, suciedad. Otra ve

París

La última vez que vi París tú tenías los ojos azules. El día antes, en el aeropuerto, me pareció entrever algo de enfado, seguramente por mi culpa. Desde hace años sé que todos los momentos difíciles llevan mi firma. Me he acostumbrado tanto que, si alguien en las noticias de la radio, se da a la fuga después de cometer un crimen, yo siento que usurpo su papel y que he disparado o empujado al vacío.  Una fina neblina cubría la calle del hotel y los árboles parecían la cúpula de alguna iglesia de las que recorría cada tarde para resguardarme del calor o del frío. El otoño es un tiempo traicionero y, a veces, sin que nadie advirtiera su presencia, las gotas de lluvia nos salpicaban y dejaban un reguero de huellas en las caras, a punto de llorar o de reír, quién sabe. El suelo estaba comenzando a llenarse de hojas y el viento tenía un sabor húmedo que no podría encontrar en otro lugar del mundo.  Bastaron unos días para entenderlo todo. Para saber que podías ser la entrada al

Exactamente risas

(Retrato de una mujer hada. Sophie Gengembre Anderson. 1823-1903) De pronto había descubierto algo que la dejó sin palabras. Una carencia, la falta de una cualidad que había poseído y que parecía estar desapareciendo sin motivo alguno. Halló el motivo y supo qué era. Lo descubrió sin llegar a las lágrimas, eso fue lo mejor de todo. Por casualidad o no tanto. A fuerza de pensar y de vivir anclada en pensamientos que nadie iba a entender sino ella. Supo que la risa se marchó cuando él llegó a su vida. La risa era una forma de soportar el mundo, de ahondar en sus misterios, de reforzar el sentimiento de pertenencia a la vida. Pero él sofocó su risa con ironía y con críticas. Él ahuyentó sus risas con punzadas de dolor inevitables. Desde que él estaba, la risa se había escondido inequívocamente asustada de tanta lejanía y de tanto cinismo. Así, cuando lo supo, también supo que el tiempo de él estaba a punto de acabarse. Ella no era una bruja, sino un hada. Y las hadas sonríen.

Otro septiembre

(El jardín. Claude Monet)  Los jardines en septiembre ya no son promesas. Están a punto de convertirse en nada. Una letanía de palabras los predijo y solo algunas de ellas pudieron cumplirse en el mejor de los casos. Las flores se amontonan en racimos para adornar las casas y el cabello, pero es el punto final, la hora de retorno, el suma y sigue de un tiempo que nunca volverá a ser el mismo.  Cada septiembre trae su melodía, entona cada cual un canto diferente. No es lo mismo reírse, que esperar que las lágrimas se apaguen. No es lo mismo mirarte que saber que tu voz está tan lejos como el trueno en la noche. Los relámpagos acucian a las flores y quieren convertirlas en estatuas de sal. Tú, sin saber ya nada, sin entenderme apenas, has renunciado a la promesa que no pudiste hacer porque era otra mentira de las que te navegan sin puerto y sin banderas.  Así en septiembre estamos dibujados como si ese pintor ya no fuera poeta y sus pinceles encubrieran la rabia de saber

Un western para escuchar poesía

Siempre me ha parecido que el western es uno de los géneros más poéticos del cine. Esos paisajes áridos, las grandes extensiones, la soledad de los héroes, las cabalgadas indecisas, el miedo al fuego de las balas, los pueblos deshabitados, el abuso de los poderosos, el engaño a los sentidos, la valentía de ser uno y elevarse sobre los demás....Si repasamos la nómina de películas del oeste en las que un aire lírico recorre las escenas estoy segura de que hallaremos muchos títulos.  Este es el caso de "La venganza de Jane". Aunque el título no se corresponde con la realidad porque Jane lo que hace es intentar sobrevivir. Quiera estar tranquila, alejarse de la maldad, pero no lo consigue. Su belleza, su orgullo, sus deseos de una vida digna, impiden que transija y la no transigencia es un pecado en ese terreno salvaje en el que todo está permitido a algunos.  Natalie Portman es la protagonista. Su belleza compone imágenes preciosas, pero sin almíbar, más bien con la r

"La mujer de la libreta roja" Antoine Laurain

Los nombres franceses son tan encantadores… Tienen ese toque elegante del que carecen en otros idiomas. En este libro hay muchos nombres, a pesar de ser un libro sencillo en el que no se necesita mapa para orientarse. Simplemente leer y leer. La lectura discurre con placidez y sabes que has partido de un punto para llegar a otro. Nada de meandros, de escorrentías, de tormentas de verano, de estuarios o cataratas. Es un río tranquilo en el que los personajes no tienen doblez, son lo que son y lo que dicen ser. Aunque, en el caso del protagonista, Laurent Letallier, librero, divorciado de Claire, padre de Chloe y ocasional amante de Dominique, hay un pequeño matiz. Si lo desvelo, la trama saltará por los aires, así que dejémoslo estar. Laure Valadier sufre un atraco. El ladrón se lleva su bolso y a ella la deja en coma. Laurent Letallier encontrará el bolso y ahí empezará todo. Otras personas tendrán su papel en la historia y, como novedad, un par de felinos Belphégor y Putin ,

La aventura

(Pintura. Edward Hopper)  Quise tener con él una aventura. Una de esas que no tienen nombre. Que terminan apenas al principio. Que no escarban el alma. Quise que fuera mío, aunque solo una noche. Una noche en la que el aire hablara. Una noche en la que el cielo abriera una puerta cerrada a cal y canto. Quise que la pasión fuera la música. Que se encendiera el fuego de los cuerpos perpetuos. Una llama para envolvernos toda.  Así lo dibujé instante tras instante, lo escribí con palabras, lo cultivé en los sueños. Así esperé que existiera el milagro, que un deseo amanecido lo trajera hasta mí. Pero el sonido helado de su voz me devolvió a la tierra. Me contestó sin verme y sin sentirme. Me convirtió en la sombra que todavía perdura.